"Estos dos grandes descubrimientos: la concepción materialista de la historia y la revelación del secreto de la producción capitalista, mediante la plusvalía, se los debemos a Marx. Gracias a ellos, el socialismo se convierte en una ciencia, que sólo nos queda por desarrollar en todos sus detalles y concatenaciones." Federico Engels, Del Socialismo Utópico al Socialismo Científico.

16.2.15

Sobre el Socialismo EN el Siglo XXI

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El Socialismo en el Siglo XXI

El Socialismo es un sistema social y económico que irrumpió en la historia de la humanidad a principios del siglo XX. A finales del mismo siglo sucumbió como tal cuando en su núcleo central, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, URSS, tenía 15 Repúblicas, más de 22 millones de kilómetros cuadrados, cerca de 300 millones de habitantes, era la segunda potencia mundial con el Partido Comunista más poderoso de la tierra compuesto de cerca de 40 millones de militantes. Y esta realidad socialista se disolvió en cerca de cinco años a finales del Siglo XX curiosamente sin el derramamiento de sangre que tuvieron otros cambios revolucionarios del sistema económico como la disolución del Imperio Romano, la Revolución Francesa y la Independencia de las colonias de América. Ahora, han quedado algunos países que impulsan su sistema económico basado en los principios del Socialismo del siglo XX, uno sumamente exitoso como China, segunda potencia mundial a punto de rebasar a Estados Unidos y otros soportando el peso de formas de gobierno que parecen residuos del despotismo asiático como Corea del Norte que lleva tres generaciones de liderazgo de una sola familia gobernante y con grandes dificultades económicas como Cuba, que angustiosamente lucha entre períodos de austeridad y bloqueo económico sistemático siendo la primera revolución socialista del hemisferio occidental.

En todas las realizaciones del ser humano, los buenos resultados son generalmente una acumulación de intentos fallidos. La posibilidad del acierto del socialismo seguramente se asienta en la serie de errores que constituyen lecciones de la historia.

Para sincronizarse con las leyes de la historia el ser humano tiene que hacer acopio de su capacidad teórica y práctica, combinando el conocimiento de las leyes de la sociedad con su finalidad consciente, su idealismo se convierte en una posibilidad real y en una fuerza física que actúa forjando correlaciones de fuerzas políticas para tomar, conquistar, mantener y también perder y recuperar el poder del Estado en la eterna búsqueda de una sociedad armoniosa camino trazado entre otros por el viejo Platon.

Esta lucha entre capitalismo y socialismo, los dos sistemas económicos de nuestro tiempo, esta vigente. Fortalecido uno y debilitado el otro, pero ambos con heridas todavía sangrantes, con cicatrices, intereses y comportamientos, individuales y colectivos, voluntarios e involuntarios han continuado la dura lucha entre cambios de gobiernos, acuerdos y desacuerdos de paz y de guerra, golpes de Estado, guerras mundiales y locales, de alta, media y baja intensidad y de guerra de guerrillas. Y al final todo tiene un contenido económico, la guerra es la continuación de la política por medios violentos, armados, lo dijeron Clausewitz y Mao y la política es la economía quintaesenciada lo dijo Lenin.

Lo entendamos o no la humanidad ha luchado, lucha y luchará por un principio que a la vez es fin. El respeto al trabajo como fuente de creación de la riqueza. El trabajo es la fuente del valor como lo descubrió el escocés Adam Smith. Y este respeto al trabajo, de darle a cada quien según su trabajo y su capacidad para trabajar, es el principio del Socialismo, como sistema económico, político, social y ético. Pero las condiciones del respeto al principio del trabajo no emanan de la generosidad del ser humano si consideramos que la economía se basa en leyes de naturaleza social, en donde cada quien persigue su propio beneficio y sin tener ese propósito beneficia a los demás como precisaba Smitn; entonces el respeto socialista al principio del trabajo se impondrá cuando la capacidad de producción del ser humano por medio del desarrollo de la tecnología sea tal que nadie necesitará explotar a nadie para tener las condiciones materiales de vida necesarias y deseadas. Y aún así, con todo el bienestar asegurado, será necesaria tanto la persuasión como la represión para poner en cintura el comportamiento humano.

En el Siglo XIX un francés de la nobleza decadente convertido en un ascendente revolucionario, contemporizaba con Smith pero desarrollaba el credo de que la nueva sociedad debería basarse en el trabajo, pero además en el respeto al trabajo, dándole a cada persona lo que correspondiera a sus obras. Pero la sociedad industrial que Saint Simon vio como la madre de dicho respeto devino en la práctica una madrasta insensible que entendió que respetar es explotar. El nuevo cristianismo que soñaba San Simón, humano y productivo al mismo tiempo reveló su esencia de esclavitud asalariada, como la caracterizó Lenin. Pese al “fracaso” de San Simón que tuvo la “utopía” de proyectar una sociedad en donde el trabajo productivo fuera el centro del status social su principio esta vigente como guía y se puede actualizar todavía en el siglo XXI, al menos nadie lo ha contradicho, nadie lo ha modificado y casi nadie lo ha recordado en su fundamento filosófico económico de la práctica política, y muchos lo recitan de memoria como deseando una inexistente sociedad “sin pecado concebida”.

Y es que en el principio del trabajo se condensa lo económico y lo político. Luchar por su plena realización es luchar por el futuro de la humanidad. Existen leyes económicas que constituyen la realidad del trabajo y de la fuerza de trabajo. Ya sabemos por Marx que el trabajo es el proceso de desgaste de la fuerza de trabajo y nos recordó que son tan diferentes como digesión y capacidad para digerir. Y tanto él como Engels dejaron muchas cosas claras de las leyes del desarrollo económico y social que conduce a la destrucción del capitalismo, pero dejaron pocas cosas claras sobre las leyes de construcción del socialismo.

Evaristo Hernández

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