23.9.25

PIB comparado de países con sistema socialista y países con sistema capitalista en 2023

 
PIB de países socialistas comparado con países capitalistas.

Países Socialistas (China, Vietnam, Laos, Cuba, Corea del Norte): 22.3%
Resto del Mundo: 77.7% 

China: PIB nominal de aproximadamente $19.7 billones USD en 2023, representa alrededor del 19% del PIB mundial total. 
Vietnam: PIB nominal fue de aproximadamente $476.4 mil millones USD en 2023.
Laos: PIB nominal fue de aproximadamente $19.1 mil millones USD en 2023. 
Cuba: PIB nominal fue de aproximadamente $107.4 mil millones USD en 2023. 
Corea del Norte: estimaciones indican un PIB nominal de aproximadamente $40 mil millones USD en 2023.

Total PIB de los 5 países socialistas: Aproximadamente $20.4 billones USD.
PIB mundial total: Aproximadamente $105 billones USD. 
Porcentaje del PIB mundial representado por estos países: Aproximadamente 19.4%.

Consulta a ChatGPT. 09/23/2025


Interpretación usual y actual del concepto de países socialistas


Actualmente, cuando hablamos de países socialistas hay que distinguir entre:
  1. Estados gobernados oficialmente por partidos comunistas (marxista-leninistas), que en sus constituciones se definen como “socialistas”.
  2. Países que se autodefinen socialistas en sus constituciones o ideologías, aunque tengan economías mixtas o reformas de mercado.
  3. Estados con gobiernos socialistas en sentido amplio (partidos socialistas o socialdemócratas en el poder), pero que mantienen un sistema capitalista de mercado.
1. Países oficialmente socialistas (con partido comunista en el poder)
Al 2025, los reconocidos internacionalmente son:
China (República Popular China) – Partido Comunista de China.
Cuba (República de Cuba) – Partido Comunista de Cuba.
Vietnam (República Socialista de Vietnam) – Partido Comunista de Vietnam.
Laos (República Democrática Popular Lao) – Partido Revolucionario Popular Lao.
Corea del Norte (República Popular Democrática de Corea) – Partido del Trabajo de Corea.

2. Países que se autodenominan “socialistas” en su constitución
Nepal: su constitución de 2015 define al país como una “República Democrática Federal Socialista”, aunque es un sistema multipartidista con economía mixta.
Nicaragua: el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) gobierna y se presenta como socialista, aunque el país tiene economía de mercado.

3. Otros casos con gobiernos socialistas (pero no sistemas socialistas)
En muchos países existen partidos socialistas o socialdemócratas en el poder (ej. España, Portugal, Noruega, Chile, Brasil en ciertos períodos), pero sus economías siguen siendo capitalistas, por lo que no se consideran “Estados socialistas”.

Hoy, solo 5 países mantienen un sistema socialista de partido único: China, Cuba, Vietnam, Laos y Corea del Norte. Otros como Nepal y Nicaragua se declaran socialistas en sus constituciones o en su discurso político, pero no funcionan bajo el modelo de partido único comunista.

Consulta a ChatGPT. Revisado. Las concepciones del autor del blog no necesariamente coinciden con la consulta. 09/23/2025

29.8.25

Sobre filosofía económica del Socialismo en el Siglo XXI



Socialismo contemporáneo: entre Smith y Saint-Simon
Índice inicial
1. Introducción
2. El socialismo del siglo XXI y sus dilemas filosóficos
3. La mano invisible de Adam Smith
4. Saint-Simon y el principio de justicia del trabajo
5. El vínculo dialéctico entre beneficio individual y justicia social
6. La experiencia china: hacia la prosperidad común
7. Conclusión

1. Introducción
El socialismo del siglo XXI, especialmente el que se desarrolla en China, no es un producto espontáneo ni improvisado. Es el resultado de un proceso histórico de acumulación de prácticas y experiencias en el ámbito político, económico y social. La experiencia soviética, las reformas en Europa del Este y la evolución particular del modelo chino han configurado un escenario en el cual surge la necesidad de formular una nueva teoría socialista.
Esta teoría, sin embargo, enfrenta una serie de problemas filosóficos de fondo que no pueden resolverse únicamente desde la práctica política o económica. Entre ellos, se destacan dos dilemas centrales:
¿Cómo aprovechar el principio de la motivación individual y el beneficio propio como motores de desarrollo?
¿Cómo garantizar que ese desarrollo se traduzca en beneficio colectivo y justicia social?
Para responder a estas preguntas, es necesario examinar y vincular dos tradiciones intelectuales fundamentales: la teoría liberal de Adam Smith y la propuesta proto-socialista de Saint-Simon.

2. El socialismo del siglo XXI y sus dilemas filosóficos
La teoría socialista contemporánea reconoce que, para consolidarse, no basta con contraponerse al capitalismo. Es imprescindible replantear la relación entre individuo y sociedad. En la historia del pensamiento moderno, esta tensión ha sido formulada de manera paradigmática por Smith y Saint-Simon, cuyas visiones, aparentemente irreconciliables, expresan las fuerzas que hoy deben integrarse en un nuevo marco teórico.

3. La mano invisible de Adam Smith
Adam Smith, en La riqueza de las naciones (1776), defendió la idea de que cada individuo, al perseguir su propio beneficio, contribuye indirectamente y sin proponérselo al bienestar de la sociedad. Este mecanismo espontáneo, al que denominó “mano invisible”, se basa en la competencia y en la libertad de mercado capitalista (recordemos que existen históricamente y geográficamente, mercados no capitalistas).
La lógica de Smith sostiene que la búsqueda del interés personal impulsa a los individuos a innovar, producir más y mejor, y masificar la producción y la comercializaci{on lo que genera efectos positivos para toda la comunidad. La iniciativa privada y la libertad individual, en este sentido, no son obstáculos para la sociedad, sino motores de su progreso.
Sin embargo, esta concepción parte del supuesto de que es posible regular el mercado capitalista, o que este es capaza de autorregularse y que la competencia evita los abusos y que al final resulta una elevación de la calidad, cantidad, diversidad, masificación de productos y reducción de precios. En la práctica, la historia ha mostrado que la inflación es consustancial al capitalismo, asimismo la acumulación de riqueza y creciente pobreza, y los monopolios y la explotación humana son consecuencias de esta misma dinámica.

4. Saint-Simon y el principio de justicia del trabajo
En contraposición, Saint-Simon planteó a comienzos del siglo XIX una visión distinta del orden social. Para él, el progreso humano dependía de la cooperación racional y de la organización colectiva de la producción, no de la competencia desenfrenada.
Su principio rector puede resumirse en la fórmula: “A cada quien según su capacidad; a cada cual según su trabajo.” Esto significa que los derechos y beneficios de los individuos deben estar ligados a su esfuerzo productivo y a sus capacidades reales, y no simplemente a la herencia o a la propiedad privada. Saint-Simon concebía una sociedad en la que científicos, técnicos y trabajadores desempeñaran un papel central en el progreso social.
Esta concepción inspiró a Marx y Engels, quienes radicalizaron la propuesta en una crítica al capitalismo: los individuos aportarían según su capacidad y recibirían según sus necesidades en una sociedad comunista que elevaría los niveles de producción a tal grado de satisfacción de las necesidades. Así, Saint-Simon abrió la puerta a una reflexión sobre la justicia social que sigue siendo central en las teorías socialistas.

5. El vínculo dialéctico entre beneficio individual y justicia social
En nuestra opinión el reto actual del socialismo no consiste en optar entre Smith o Saint-Simon, sino en vincular dialécticamente ambos principios en el proceso de construcción revolucionaria del Socialismo.
Si se privilegia únicamente la lógica smithiana, se corre el riesgo de reproducir un modelo desigual que concentra la riqueza en pocas manos.
Si se privilegia exclusivamente la lógica saint-simoniana, se puede caer en un colectivismo rígido que ahogue la creatividad individual y reduzca los incentivos.
La clave, al parecer, es diseñar instituciones que permitan que la iniciativa personal y la búsqueda del beneficio individual se traduzcan en un bienestar compartido, y que la cooperación social no anule sino que potencie la creatividad, la innovación y la creciente elevación de niveles de calidad, cantidad, diversidad y masificación de producción y consumo.
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6. La experiencia china: hacia la prosperidad común
La experiencia china en las últimas décadas constituye un ejemplo de este intento de síntesis. Bajo el concepto de “socialismo con características chinas”, también denominado "socialismo de mercado" o, "socialismo con mercado" como decía muy agudamente el Padre Ibisate, de la UCA de El Salvador, ya fallecido. La República Popular China ha promovido la iniciativa privada, la competencia y la apertura al mercado capitalista, pero siempre bajo la dirección del Estado y con un horizonte de prosperidad común.
El principio es claro: la riqueza generada por algunos sectores debe convertirse en un recurso que beneficie al conjunto de la sociedad. De esta manera, se intenta equilibrar el dinamismo de la iniciativa individual con la necesidad de justicia social.
Este modelo no está exento de tensiones ni contradicciones, pero representa un esfuerzo por resolver el dilema filosófico que se encuentra en el centro del debate socialista contemporáneo.

7. Conclusión
El socialismo del siglo XXI necesita construir una nueva teoría que resuelva el dilema filosófico planteado entre Adam Smith y Saint-Simon. No se trata de elegir entre la mano invisible o la justicia del trabajo, sino de construir una síntesis superior que articule ambos principios.
El desafío consiste en garantizar que la búsqueda del beneficio individual no derive en egoísmo destructivo y que la organización colectiva no anule la libertad creativa. Solo mediante esta síntesis dialéctica será posible avanzar gradual y/o radicalmente hacia un sistema y/o modelo económico-político alternativo al capitalismo global, capaz de responder a los desafíos sociales, económicos y ambientales del presente.

8.5.25

Para un concepto actualizado de Socialismo, según ChatGPT


Socialismo, trabajo y tecnologías emergentes: hacia una economía de mercado socializada
El pensamiento socialista ha mantenido desde sus orígenes una concepción profundamente ética del trabajo humano. A diferencia del capitalismo, que lo reduce a mercancía sujeta a la ley de la oferta y la demanda, el socialismo parte del principio de que el trabajo es una actividad fundante del ser social, un medio a través del cual el individuo no sólo transforma el mundo sino que se realiza como ser humano. En esta concepción, el trabajo no es únicamente un medio de subsistencia, sino la base de la diferenciación social legítima. De allí la conocida máxima socialista: “De cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”, expresión que resume el ideal de una distribución proporcional, meritocrática y justa en una sociedad aún en tránsito al comunismo [1].

I. Trabajo, justicia y parasitismo social
En este marco, el socialismo busca combatir una de las formas más persistentes de desigualdad: el parasitismo económico, es decir, la existencia de la burguesía y sobre todo la oligarquía, como clase y capa social que viven del trabajo ajeno, ya sea por la tenencia o herencia de la propiedad privada sobre los medios de producción, por rentas especulativas o por mecanismos institucionalizados de extracción de plusvalor. Esta crítica ha sido central tanto en los escritos de Karl Marx como en los desarrollos posteriores de Lenin, Rosa Luxemburgo o Antonio Gramsci [2]. La lucha contra el parasitismo no es sólo económica, sino moral: se trata de construir una sociedad donde toda persona tenga derecho al producto de su trabajo, en igualdad de condiciones para su desarrollo material y espiritual.

Esta aspiración no implica igualitarismo plano ni estatismo absoluto, sino una forma de justicia distributiva orientada al mérito y la necesidad social. Como señaló Ernesto “Che” Guevara, “el trabajo voluntario, creativo y consciente” debía ser el motor del hombre nuevo, opuesto al incentivo económico individualista como única fuente de motivación [3]. En esta línea, el socialismo no anula las diferencias, sino que las legitima en función del aporte social, y no de la propiedad.

II. Las revoluciones tecnológicas y la obsolescencia del paradigma del empleo
Con la irrupción de la cuarta revolución industrial, caracterizada por la inteligencia artificial, la robótica, el big data y la automatización generalizada de procesos, se abre un escenario de transformación radical en las relaciones de producción. La capacidad productiva de la humanidad ha alcanzado un punto tal que podría, en términos objetivos, garantizar las necesidades básicas de toda la población mundial. La producción de bienes y servicios no requiere ya de la misma intensidad de trabajo humano que en épocas anteriores, y cada vez más se plantea la obsolescencia del empleo como única fuente de ingreso [4].
Aquí emerge una paradoja fundamental: si la productividad crece gracias a tecnologías que minimizan el trabajo humano, ¿cómo se justifica que millones de personas estén desempleadas o vivan en la pobreza, mientras unos pocos concentran los frutos de ese incremento de productividad? La respuesta reside en la forma en que se apropian socialmente los frutos del progreso técnico. Mientras la propiedad de los algoritmos, las plataformas y las máquinas siga siendo privada, el excedente que estas generan continuará acumulándose en manos de una élite, profundizando la desigualdad [5].

III. Más allá del estatismo: mercado socializado y propiedad común del conocimiento
Esta situación no obliga necesariamente a regresar a un modelo estatista rígido o a un socialismo burocrático. Por el contrario, puede abrir el camino hacia una nueva síntesis entre planificación social y mecanismos de mercado, donde la lógica de acumulación privada sea reemplazada por una lógica de socialización de los frutos del progreso. Esto no significa abolir el mercado, sino reorientarlo. El mercado, como mecanismo de coordinación descentralizada, puede seguir cumpliendo funciones útiles en la asignación de recursos y la innovación, pero debe operar bajo reglas que prioricen el bienestar colectivo y no la rentabilidad privada [6]. Supuestamente este proceso experimental e históricamente esta sucediendo en China con el denominado "socialismo de mercado", por ejemplo.
Un ejemplo de esta orientación sería concebir a las plataformas tecnológicas no como empresas privadas que capturan solamente ganancias para sus propietarios, sino como bienes comunes digitales, gestionados democráticamente y cuyas rentas además de las privadas, puedan alimentar políticas públicas como la renta básica universal. En este sentido, autores como Paul Mason (2015) o Nick Srnicek (2016) han planteado la necesidad de socializar el conocimiento, los algoritmos y las infraestructuras digitales, como condición para un desarrollo verdaderamente democrático y sustentable [7].

IV. El socialismo como horizonte civilizatorio
El horizonte del socialismo, por tanto, se redefine a la luz de los desafíos contemporáneos. Ya no se trata sólo de la socialización de las fábricas y las tierras, sino también de socializar el saber, la tecnología y los datos, que son hoy los principales vectores de poder. El trabajo humano, aunque reducido en volumen, puede recuperar su centralidad en tanto que actividad creativa, colaborativa y orientada a elevar los niveles de existencia y las proyecciones de toda la sociedad. La distribución de la riqueza no debería basarse ya únicamente en el tiempo trabajado, sino en el derecho de toda persona a participar del patrimonio tecnológico y cultural acumulado por la humanidad.
En este marco, se puede pensar una economía socialista de mercado, donde existan empresas privadas, cooperativas y estatales que compitan bajo reglas que garanticen la equidad, la inclusión y la sostenibilidad. Se trataría de sustituir la competencia destructiva por una competencia por la eficiencia social, medida no por el beneficio privado exclusivamene, sino por la capacidad de satisfacer necesidades humanas reales.

Notas
[1] Marx, K. (1875). Crítica del Programa de Gotha.
[2] Gramsci, A. (1971). Cuadernos de la cárcel; Luxemburgo, R. (1913). La acumulación del capital.
[3] Guevara, E. (1965). El socialismo y el hombre en Cuba.
[4] Schwab, K. (2016). La cuarta revolución industrial. Debate.
[5] Srnicek, N. (2016). Capitalismo de plataformas. Caja Negra.
[6] Van Parijs, P. & Vanderborght, Y. (2017). Renta básica. Una propuesta radical para una sociedad libre y una economía sensata. Paidós.
[7] Mason, P. (2015). Postcapitalismo: Hacia un nuevo futuro. Penguin Random House.

ChatGPT. Consultado, revisado, ordenado, corregido en algunos puntos. EH. 05-09-2025