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Un conjunto de ideas que nuestro alumno alberto Quiñonez(además de estudioso, con vocación de escritor y en proceso de formación como tal) expone sobre la validez del marxismo. Las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio. Un comentario adicional que nosotros haríamos es que el capitalismo actual, ha acentuado dos cosas a nivel mundial y por tanto global: la población estancada, el denominado por Marx, ejército industrial de reserva y un sedimento del mismo, el lumpen proletariado, cuya cultura desclasada y deshumanizada ha penetrado el todo social, lumpenizando a toda la sociedad capitalista, incluyendo, desde luego a la burguesía. El capitalismo mundial también sigue revolucionando las fuerzas productivas, a la manera capitalista, es decir, mercantil extractora de plusvalía, y por tanto intensificando la explotación, por medio de la robotización del proceso de trabajo, acentuando las crisis de sobre producción y los conflictos sociales, incluidos los militares. No se puede ni siquiera suponer que el capitalismo ha mejorado en cierto modo las condiciones de vida de las masas, las ha empeorado, en términos absolutos y relativos si tomamos en cuenta la población total, nacional y mundialmente.
Marxismo, hic et nunc
Alberto Quiñónez, febrero 2010
Existe entre nosotros –en nuestra ciencia, en nuestro medio- una doble representación de la teoría y del análisis marxistas. Esa doble imagen, vuelta casi reminiscencia, exige una síntesis que sea al mismo tiempo superación y retorno.
La cuestión no es sencilla si se considera que una de esas imágenes corresponde a la fetichización del marxismo, es decir, al
Un conjunto de ideas que nuestro alumno alberto Quiñonez(además de estudioso, con vocación de escritor y en proceso de formación como tal) expone sobre la validez del marxismo. Las negrillas, citas en bloque y separación de algunos párrafos son nuestros para efectos de estudio. Un comentario adicional que nosotros haríamos es que el capitalismo actual, ha acentuado dos cosas a nivel mundial y por tanto global: la población estancada, el denominado por Marx, ejército industrial de reserva y un sedimento del mismo, el lumpen proletariado, cuya cultura desclasada y deshumanizada ha penetrado el todo social, lumpenizando a toda la sociedad capitalista, incluyendo, desde luego a la burguesía. El capitalismo mundial también sigue revolucionando las fuerzas productivas, a la manera capitalista, es decir, mercantil extractora de plusvalía, y por tanto intensificando la explotación, por medio de la robotización del proceso de trabajo, acentuando las crisis de sobre producción y los conflictos sociales, incluidos los militares. No se puede ni siquiera suponer que el capitalismo ha mejorado en cierto modo las condiciones de vida de las masas, las ha empeorado, en términos absolutos y relativos si tomamos en cuenta la población total, nacional y mundialmente.
Marxismo, hic et nunc
Alberto Quiñónez, febrero 2010
Existe entre nosotros –en nuestra ciencia, en nuestro medio- una doble representación de la teoría y del análisis marxistas. Esa doble imagen, vuelta casi reminiscencia, exige una síntesis que sea al mismo tiempo superación y retorno.
La cuestión no es sencilla si se considera que una de esas imágenes corresponde a la fetichización del marxismo, es decir, al
sobreposicionamiento del componente ideológico sobre el científico;
condición que ha corroído al grueso de los movimientos de izquierda.
Esas dos representaciones del marxismo parten de verlo como ciertamente necesario o como necesariamente cierto.
La primera tiene a la base haber comprendido el marxismo en su aspecto teórico desde una visión revolucionaria y, por tanto, crítica. Significa re-poner en primer plano la dialéctica como motor analítico. Y tener en cuenta la dimensión histórica de la lucha de clases, de la relación entre base y superestructura, del papel que juega el Estado, etc. en los distintos momentos del desenvolvimiento del sistema capitalista.
La segunda posibilidad es el aspecto más desdoblado en el medio salvadoreño (y latinoamericano), y consiste en aceptar ciegamente el marxismo sin haber llegado a comprenderlo, con lo que se llega al dogma. Y los dogmas no se cuestionan. Porque son.
Para superar esta dicotomía no basta con fomentar uno de los aspectos –digamos, el primero- disociado del segundo, porque el carácter dialéctico haría que la polarización lejos de mermar, aumentase. De ahí que la superación empiece por una síntesis válida.
Esa síntesis tendría como principio el regreso a Marx con un espíritu crítico, bajo el presupuesto ideológico de que debe partirse de Marx y no, digamos, de los autores clásicos (en economía, filosofía, política). Pero ese presupuesto ideológico deberá servir como pivote para el arranque, como hipótesis que será contrastada.
Como retorno al marxismo entiendo lo necesario que se vuelve tener en cuenta el carácter dialéctico e histórico de los fenómenos, sin que esto signifique una vuelta al relativismo.
Pero, ¿es necesaria una teoría marxista, hic et nunc, en el ámbito de la ciencia económica? Lo es.
Primero, como contrapeso teórico. Segundo, como propensión hacia una praxis económica distinta. Finalmente, como sustento de un proyecto humano alternativo.
Si bien es cierto que la teoría neoclásica ha constituido un gran motor de análisis económico, esto no significa que sus conclusiones y sus métodos sean los más afortunados. Ni siquiera quiere decir que sean verdades incuestionables. Mucho menos, que no puedan –y deban- ser sustituidos.
No obstante, se ha erigido en torno a esto una idea de invulnerabilidad bajo la cual se enseña, se investiga y se difunde el conocimiento de la economía y de la sociedad. Esa invulnerabilidad entra en cuestión al momento de aplicar la teoría a la realidad, que es mucho más compleja de lo que la economía neoclásica supone. Como en cualquier período de crisis, ese cuestionamiento es hoy aún más taxativo.
Si bien es cierto que después de la obra originaria –digamos Marx, Engels y Lenin-, los aportes científicos fueron menguando bajo el peso de la cuestión ideológica y de la coyuntura política, esto no quiere decir que los primeros hayan desaparecido por completo, ni que se hayan extinguido las posibilidades de su desarrollo. De hecho, como señala Gorz, la necesidad de una defensa a toda costa de los principios ideológicos, llevó a que dicha esfera fuera preponderante por sobre la necesidad de un desarrollo científico, opacando a éste último pero no eliminándolo.
Los aportes de autores como Poulantzas, Miliband, Gorz, Gramsci, Konstantinov, etc., sólo abarcaron el ámbito de lo filosófico, lo sociológico, lo político y/o metodológico, quedando casi al margen el desarrollo científico en el área específicamente económica. Excepción a dicha tendencia lo constituyen las obras de Baran, Sweezy, Shaikh y algunos otros autores. Son, sin embargo, aportes que difícilmente son conocidos en nuestro país.
La caída del muro de Berlín, que constituyó un símbolo de la economía socialista, hizo emerger una conciencia de superación del socialismo, y del marxismo como su basamento teórico.
Sin embargo, como superación del método de análisis se entiende algo bien distorsionado: la economía contemporánea podrá explicar la relación entre variables económicas, pero lo hace en su forma más fetichizada, en su sola expresión de magnitudes. Por ejemplo, se explica que hay una relación inversa entre tasa de interés y nivel de inversión, y que dicha tasa de interés depende de los movimientos de la oferta y la demanda de dinero. Luego al haber una reducción de la oferta de dinero, la tasa de interés aumentará y se reducirá la inversión. Ello es cierto, pero limitado. Y es limitado en tanto que se obvian las relaciones económicas prevalentes en una sociedad que dan a pie a los movimientos monetarios (y eso sólo en la medida en que hay condiciones productivas específicas a su base). Esta distorsión, por tanto, revela una superación sólo aparente.
Pero el segundo aspecto es incluso más absurdo. Se sostiene que el proyecto marxista –la sociedad socialista, como requisito de la comunista- es ya una cuestión superada , dado que el capitalismo ha creado las condiciones para la satisfacción plena de las necesidades, pero además porque, aunque lentamente, esas condiciones se van traduciendo en una satisfacción efectiva.
Esto sin embargo proviene de la asociación mecánica de desarrollo con elementos aislados como poder de compra, ingreso per capita, nivel de consumo, etc. Dicho de otro modo: se identifica el desarrollo económico y humano con la mejora en ciertas categorías mercantiles. Aun cuando eso fuera posible, lo cierto es que la mejora en la distribución del producto no ha mejorado sustancialmente, y que la explotación de la fuerza de trabajo sigue en pie.
Pero además, aunque se cumpliera, sigue siendo cuestionable la forma, el carácter y los mecanismos en que se basa esa “mejora”, ese “desarrollo”. En primer lugar, la expansión de las posibilidades de consumo se ha dado a través de la destrucción extensiva del medio ambiente y de sus funciones, tanto al utilizarlo como fuente de materias primas y recursos, como al usarlo como lugar de depósito de los residuos generados en los procesos de producción y consumo.
En segundo lugar, dicha “mejora” nada nos dice de la realización de los individuos como personas. Aun cuando esa mejora fuera efectiva en términos materiales, ello no salva el problema de la enajenación individual y colectiva, no abona a la necesidad de la realización del hombre como hombre. Del ser como ser. Por el contrario, la sustituye como una realización a través de la propiedad, del ser por el tener.
¿Eso no es caer en el terreno de la ética, de las consideraciones morales? Por supuesto. Pero toda actividad humana debería llevarse hasta ahí. La praxis económica sólo puede ser separada de la praxis humana como componente analítico, pero nada más.
En nuestro medio es poco –casi nulo- el análisis económico llevado a cabo desde un enfoque marxista.
Ello es producto de dos cosas: primero, la débil tradición de un pensamiento propiamente marxista –que debe ser diferenciado de un pensamiento simplemente de izquierda- en los ámbitos académico-científico y político. Pero también es resultado de lo que ya mencionaba más arriba, a saber: la falsa conciencia de que ha sido superado el método analítico y el proyecto histórico del marxismo en la esfera de la economía.
Para que el marxismo retome su puntal dentro de la teoría económica hay que tener claros los objetivos que persigue la ciencia económica –como expresión de la necesidad de reproducción de la existencia material del ser humano- y, con ello, darse cuenta que los fines de la teoría marxista son ciertamente necesarios. Y esto a la vez que ciertas conclusiones, ciertos métodos y ciertos análisis pierdan su carácter cristalizado, su dimensión de dogma, su consideración como necesariamente ciertos.
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Esas dos representaciones del marxismo parten de verlo como ciertamente necesario o como necesariamente cierto.
La primera tiene a la base haber comprendido el marxismo en su aspecto teórico desde una visión revolucionaria y, por tanto, crítica. Significa re-poner en primer plano la dialéctica como motor analítico. Y tener en cuenta la dimensión histórica de la lucha de clases, de la relación entre base y superestructura, del papel que juega el Estado, etc. en los distintos momentos del desenvolvimiento del sistema capitalista.
La segunda posibilidad es el aspecto más desdoblado en el medio salvadoreño (y latinoamericano), y consiste en aceptar ciegamente el marxismo sin haber llegado a comprenderlo, con lo que se llega al dogma. Y los dogmas no se cuestionan. Porque son.
Para superar esta dicotomía no basta con fomentar uno de los aspectos –digamos, el primero- disociado del segundo, porque el carácter dialéctico haría que la polarización lejos de mermar, aumentase. De ahí que la superación empiece por una síntesis válida.
Esa síntesis tendría como principio el regreso a Marx con un espíritu crítico, bajo el presupuesto ideológico de que debe partirse de Marx y no, digamos, de los autores clásicos (en economía, filosofía, política). Pero ese presupuesto ideológico deberá servir como pivote para el arranque, como hipótesis que será contrastada.
Como retorno al marxismo entiendo lo necesario que se vuelve tener en cuenta el carácter dialéctico e histórico de los fenómenos, sin que esto signifique una vuelta al relativismo.
Pero, ¿es necesaria una teoría marxista, hic et nunc, en el ámbito de la ciencia económica? Lo es.
Primero, como contrapeso teórico. Segundo, como propensión hacia una praxis económica distinta. Finalmente, como sustento de un proyecto humano alternativo.
Si bien es cierto que la teoría neoclásica ha constituido un gran motor de análisis económico, esto no significa que sus conclusiones y sus métodos sean los más afortunados. Ni siquiera quiere decir que sean verdades incuestionables. Mucho menos, que no puedan –y deban- ser sustituidos.
No obstante, se ha erigido en torno a esto una idea de invulnerabilidad bajo la cual se enseña, se investiga y se difunde el conocimiento de la economía y de la sociedad. Esa invulnerabilidad entra en cuestión al momento de aplicar la teoría a la realidad, que es mucho más compleja de lo que la economía neoclásica supone. Como en cualquier período de crisis, ese cuestionamiento es hoy aún más taxativo.
Si bien es cierto que después de la obra originaria –digamos Marx, Engels y Lenin-, los aportes científicos fueron menguando bajo el peso de la cuestión ideológica y de la coyuntura política, esto no quiere decir que los primeros hayan desaparecido por completo, ni que se hayan extinguido las posibilidades de su desarrollo. De hecho, como señala Gorz, la necesidad de una defensa a toda costa de los principios ideológicos, llevó a que dicha esfera fuera preponderante por sobre la necesidad de un desarrollo científico, opacando a éste último pero no eliminándolo.
Los aportes de autores como Poulantzas, Miliband, Gorz, Gramsci, Konstantinov, etc., sólo abarcaron el ámbito de lo filosófico, lo sociológico, lo político y/o metodológico, quedando casi al margen el desarrollo científico en el área específicamente económica. Excepción a dicha tendencia lo constituyen las obras de Baran, Sweezy, Shaikh y algunos otros autores. Son, sin embargo, aportes que difícilmente son conocidos en nuestro país.
La caída del muro de Berlín, que constituyó un símbolo de la economía socialista, hizo emerger una conciencia de superación del socialismo, y del marxismo como su basamento teórico.
Sin embargo, como superación del método de análisis se entiende algo bien distorsionado: la economía contemporánea podrá explicar la relación entre variables económicas, pero lo hace en su forma más fetichizada, en su sola expresión de magnitudes. Por ejemplo, se explica que hay una relación inversa entre tasa de interés y nivel de inversión, y que dicha tasa de interés depende de los movimientos de la oferta y la demanda de dinero. Luego al haber una reducción de la oferta de dinero, la tasa de interés aumentará y se reducirá la inversión. Ello es cierto, pero limitado. Y es limitado en tanto que se obvian las relaciones económicas prevalentes en una sociedad que dan a pie a los movimientos monetarios (y eso sólo en la medida en que hay condiciones productivas específicas a su base). Esta distorsión, por tanto, revela una superación sólo aparente.
Pero el segundo aspecto es incluso más absurdo. Se sostiene que el proyecto marxista –la sociedad socialista, como requisito de la comunista- es ya una cuestión superada , dado que el capitalismo ha creado las condiciones para la satisfacción plena de las necesidades, pero además porque, aunque lentamente, esas condiciones se van traduciendo en una satisfacción efectiva.
Esto sin embargo proviene de la asociación mecánica de desarrollo con elementos aislados como poder de compra, ingreso per capita, nivel de consumo, etc. Dicho de otro modo: se identifica el desarrollo económico y humano con la mejora en ciertas categorías mercantiles. Aun cuando eso fuera posible, lo cierto es que la mejora en la distribución del producto no ha mejorado sustancialmente, y que la explotación de la fuerza de trabajo sigue en pie.
Pero además, aunque se cumpliera, sigue siendo cuestionable la forma, el carácter y los mecanismos en que se basa esa “mejora”, ese “desarrollo”. En primer lugar, la expansión de las posibilidades de consumo se ha dado a través de la destrucción extensiva del medio ambiente y de sus funciones, tanto al utilizarlo como fuente de materias primas y recursos, como al usarlo como lugar de depósito de los residuos generados en los procesos de producción y consumo.
En segundo lugar, dicha “mejora” nada nos dice de la realización de los individuos como personas. Aun cuando esa mejora fuera efectiva en términos materiales, ello no salva el problema de la enajenación individual y colectiva, no abona a la necesidad de la realización del hombre como hombre. Del ser como ser. Por el contrario, la sustituye como una realización a través de la propiedad, del ser por el tener.
¿Eso no es caer en el terreno de la ética, de las consideraciones morales? Por supuesto. Pero toda actividad humana debería llevarse hasta ahí. La praxis económica sólo puede ser separada de la praxis humana como componente analítico, pero nada más.
En nuestro medio es poco –casi nulo- el análisis económico llevado a cabo desde un enfoque marxista.
Ello es producto de dos cosas: primero, la débil tradición de un pensamiento propiamente marxista –que debe ser diferenciado de un pensamiento simplemente de izquierda- en los ámbitos académico-científico y político. Pero también es resultado de lo que ya mencionaba más arriba, a saber: la falsa conciencia de que ha sido superado el método analítico y el proyecto histórico del marxismo en la esfera de la economía.
Para que el marxismo retome su puntal dentro de la teoría económica hay que tener claros los objetivos que persigue la ciencia económica –como expresión de la necesidad de reproducción de la existencia material del ser humano- y, con ello, darse cuenta que los fines de la teoría marxista son ciertamente necesarios. Y esto a la vez que ciertas conclusiones, ciertos métodos y ciertos análisis pierdan su carácter cristalizado, su dimensión de dogma, su consideración como necesariamente ciertos.
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1 comentario:
Brillante estimado Alberto, amigo.
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